Nuestro viaje en camper hacia Bucarest fue una aventura llena de historia, cultura y una dosis perfecta de descubrimiento. Desde el momento en que ingresamos a la ciudad, las calles vibraban con una energía única, el reflejo de una capital que equilibra su pasado con su presente.
Comenzamos nuestro recorrido por Calea Victoriei, una arteria emblemática que nos recibió con elegantes edificios y el bullicio de la vida urbana. Caminamos hasta el Ateneo Rumano, una joya arquitectónica con su majestuosa cúpula y columnas que evocan la grandeza de tiempos pasados. El ambiente musical que rodea este lugar nos transportó a un mundo de armonía y belleza clásica.
Luego, nos adentramos en el encantador Pasajul Victoria, un rincón con una atmósfera mágica gracias a sus coloridos techos de vidrio. A medida que explorábamos la Plaza de la Universidad, la historia nos hablaba desde sus monumentos y edificios centenarios. El Hospital Clínico Colțea, con su imponente fachada barroca, nos recordó la importancia del pasado en el desarrollo de la ciudad.
Las iglesias nos ofrecieron momentos de paz y contemplación: la impresionante Iglesia de San Nicolás, con sus detalles ortodoxos, y la icónica Iglesia de Bucur, una construcción que parece susurrar relatos de siglos pasados. El Monasterio Radu Vodă y Antim, ambos ejemplos del esplendor monástico, nos envolvieron en su espiritualidad.
En cada esquina de la ciudad había algo por descubrir. El Palacio de la Patriarquía y la imponente Catedral Patriarcal mostraban la devoción religiosa que forma parte del alma de Bucarest. Entre calles adoquinadas y edificios de época, el Pasaje Macca-Vilacrosse nos cautivó con su encanto parisino.
Al llegar a Constitution Square, nos encontramos cara a cara con el monumental Palacio del Parlamento, una obra colosal que nos dejó sin aliento. La magnitud de su arquitectura reflejaba el poder y la historia de Rumanía.
La esencia del Casco Antiguo nos atrapó con su ambiente bohemio y su mezcla de historia y vida nocturna. Allí visitamos la pequeña pero intrigante Iglesia Zlatari y el nostálgico Museo Comunista, un espacio donde los recuerdos del pasado cobran vida.
Nuestro recorrido terminó en las Fuentes de Bucarest, un espectáculo de luces y agua que marcó el cierre perfecto de nuestra aventura. Fue un viaje en el que la historia nos abrazó y la arquitectura nos fascinó, cada paso nos llevó más profundo al alma de la ciudad.
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