El sol de la mañana iluminaba las suaves colinas de La Rioja mientras nuestra camper avanzaba por la carretera hacia Torrecilla en Cameros. El aire fresco y limpio de la sierra cebollera y del puerto de Piqueras nos llenaron los pulmones y nos hacía sentir vivos, listos para explorar este rincón encantador. El paisaje estaba salpicado de viñedos y olivares, cada uno contando la historia de la tierra y sus gentes.
Al llegar a Torrecilla en Cameros, nos recibieron sus calles empedradas y sus casas de piedra con tejados de teja roja, todas ellas situadas al pie de la Sierra de Cameros. Aparcamos la camper cerca del río Iregua, cuyo murmullo constante se mezclaba con el canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles.
Decidimos empezar nuestra aventura con una visita a la Plaza Mayor, el corazón palpitante del pueblo. La plaza, rodeada de edificaciones históricas, nos ofreció una primera impresión del carácter único de Torrecilla. Nos detuvimos en una panadería local para probar algunas de las delicias de la región. El aroma del pan recién horneado y las empanadas de carne nos atrajo irresistiblemente, y no pudimos resistirnos a comprar algunos para llevar.
Nuestro siguiente destino fue la iglesia de San Martín, una impresionante construcción gótica que domina el paisaje del pueblo. Al entrar, nos quedamos maravillados por los techos altos y las vidrieras coloridas que inundaban el espacio con una luz suave y multicolor. Las paredes de piedra, frías al tacto, resonaban con siglos de historia.
Caminando por las calles, nos encontramos con la Casa de la Inquisición, un edificio antiguo que ahora alberga el Museo Etnográfico. Decidimos entrar y, dentro, descubrimos una colección fascinante de objetos que narraban la vida cotidiana de los habitantes de la región a lo largo de los siglos. Desde herramientas agrícolas hasta vestimentas tradicionales, cada pieza nos acercaba un poco más a la rica cultura de La Rioja.
Decidimos visitar el Puente Romano, una estructura impresionante que ha soportado el paso del tiempo con una elegancia sorprendente. Cruzar el puente fue como un viaje en el tiempo, imaginando las incontables historias que sus piedras habrán presenciado.
Nos dirigimos luego hacia las afueras del pueblo, a la ermita de San Pedro, ubicada en un paraje natural de ensueño. Desde allí, las vistas panorámicas del valle del Iregua eran simplemente espectaculares. El silencio del entorno, roto solo por el canto de los pájaros y el suave susurro del viento, nos invitó a sentarnos y disfrutar de un momento de pura contemplación.
De regreso a la camper, decidimos preparar una cena con los ingredientes frescos que habíamos comprado en el mercado local, quesos, chorizo riojano y pan de hogaza. Nos sentamos junto al río, viendo cómo el sol se ocultaba detrás de las colinas, pintando el cielo con tonos dorados y rosados. El aire fresco de la tarde traía consigo el aroma de la naturaleza y la promesa de una noche tranquila.
Con la llegada de la noche, el cielo se llenó de estrellas, brillando intensamente en la oscuridad rural.
Nuestro viaje a Torrecilla en Cameros había sido una inmersión en la historia y la belleza natural de La Rioja. Cada rincón del pueblo, cada encuentro con sus gentes, había añadido una capa de riqueza a nuestra experiencia, dejándonos con el corazón lleno y el espíritu rejuvenecido. Nos dormimos con una sensación de plenitud, sabiendo que habíamos descubierto un tesoro escondido.
No existe nada bueno ni malo en el mundo, es el pensamiento humano el que lo hace parecer así.
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