lunes, 31 de marzo de 2025

Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España

                

Con el sol apenas asomando en el horizonte, nos subimos a nuestra confiable camper, listos para una nueva aventura. El motor ronronea suavemente mientras dejamos atrás las calles de la gran ciudad, avanzando hacia la encantadora Vilanova i la Geltrú. La brisa mediterránea anuncia nuestra llegada al litoral.

El primer destino se erige majestuoso frente a nosotros: el Faro de Sant Cristòfol. Con su historia casi centenaria, este guardián de la costa nos ofrece vistas que cortan el aliento. Desde su posición estratégica, observamos el vaivén de las olas y los barcos que trazan su rumbo hacia el infinito.

Decidimos explorar el latido urbano de la ciudad y nos adentramos en la Rambla Principal. Los sonidos, los colores y los aromas nos envuelven en una sinfonía viva. Tomamos un respiro en la Plaça de la Vila, donde la elegancia arquitectónica de siglos pasados nos habla de historias y tradiciones.

Nuestro viaje nos lleva al pasado en el fascinante Museo del Ferrocarril, donde locomotoras imponentes se alzan como testigos de otra era. Subimos a un vagón antiguo y casi podemos escuchar los ecos de pasos y conversaciones de antaño.

Cuando el día comienza a despedirse, el Museo Romántico Can Papiol se convierte en la cereza del pastel. En cada habitación de esta opulenta mansión, sentimos la esencia de otra época: bailes, conversaciones elegantes y el chisporroteo de velas. La historia se hace tangible a cada paso.

Finalmente, regresamos a la camper. Bajo un cielo tachonado de estrellas, recordamos cada momento del día. La calma nocturna nos envuelve, y el murmullo distante del mar nos acompaña al cerrar los ojos, soñando con las aventuras que aún nos esperan.


                     















sábado, 29 de marzo de 2025

Vinaixa, Lérida, España

 

En nuestro segundo viaje con la camper, llegamos al pintoresco pueblo de Vinaixa, en Lérida. La luz del amanecer iluminaba las calles empedradas y las fachadas de piedra, envolviendo todo con una atmósfera cálida y acogedora. Era como si el pueblo nos estuviera dando la bienvenida por segunda vez.

Nos adentramos nuevamente en sus calles tranquilas, sintiendo el aroma del campo mezclado con la frescura de la mañana. Frente a la imponente iglesia de San Juan Bautista, nos detuvimos en silencio, contemplando su historia y dejando que el viento nos llevara a imaginar las vidas pasadas de quienes habían transitado allí.

Descubrimos un mercado local lleno de productos frescos y artesanales. Los habitantes, amables y sinceros, nos regalaron momentos de conversación que nos hicieron sentir parte de su comunidad, aunque solo fuera por un instante.

Al caer la tarde, encontramos el lugar perfecto para estacionar la camper y ver el atardecer. Los colores del cielo eran vibrantes y envolventes, y mientras el sol se escondía en el horizonte, nos llenaba una sensación de paz y gratitud. Fue un día que quedó grabado en nuestra memoria, como todos esos pequeños momentos que convierten un viaje en algo especial.


El buen viajero siempre ha viajado mas de lo que recuerda y recuerda más de lo que ha viajado.