lunes, 12 de mayo de 2025

Lago Mármara, Manisa, Turquía

 El viaje comenzó con una ilusión intacta. El Lago Mármara, escondido en la provincia de Manisa, era nuestro destino. En nuestra camper, con mapas arrugados y provisiones improvisadas, avanzamos por carreteras sinuosas, imaginando el reflejo del sol en el agua, el murmullo de las olas en la orilla.

Pero la sorpresa nos aguardaba. Al llegar, en lugar del espejo azul que esperábamos, nos recibió un paisaje desolador: el lago había desaparecido, su lecho transformado en un vasto terreno agrietado, con huellas de lo que alguna vez fue un oasis. La decepción flotó por un instante, pero pronto descubrimos que aún había historias por vivir en ese rincón inesperado.

A lo lejos, una furgoneta se recortaba contra el horizonte. Nos acercamos y conocimos a unos viajeros peculiares, que habían convertido su vehículo en un hogar. En su mundo rodante convivían con cuatro gatos curiosos y aventureros, los verdaderos dueños del espacio. Entre conversaciones y risas, compartimos historias, café y la magia de los encuentros fortuitos. Lo que comenzó como un viaje a un lago inexistente se transformó en una noche bajo las estrellas, rodeados de nuevas amistades y la certeza de que, incluso en los lugares más inesperados, siempre hay algo por descubrir.

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