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El sol comienza a descender en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa mientras avanzamos por la carretera que nos lleva a la playa de Ölüdeniz. El aroma del mar se intensifica a medida que nos acercamos, y de repente, ahí está, la icónica laguna turquesa, enmarcada por montañas cubiertas de verde exuberante.
Al bajar de la furgo, la brisa fresca nos acaricia el rostro, mezclada con el sonido relajante de las olas. Caminamos por la fina arena dorada, sintiendo su suavidad bajo nuestros pies mientras exploramos la playa. Los parapentes flotan en el cielo como pájaros majestuosos, descendiendo lentamente desde las alturas del monte Babadağ.
Nos sumergimos en las cristalinas aguas, sintiendo la frescura envolviéndonos y permitiéndonos flotar en un rincón de calma absoluta. Luego, nos tendemos en la arena, dejando que el sol bañe nuestra piel mientras contemplamos la inmensidad del mar y el ir y venir de los barcos en la bahía.
Ölüdeniz nos envuelve con su magia, invitándonos a olvidar el tiempo y a perderse en la serenidad de su belleza natural. Es un lugar donde el cielo y el mar se funden, creando un cuadro de ensueño que quedará grabado en nuestros recuerdos para siempre.
Yo cogí unas piedrecitas para hacer unas pulseras que me traje de recuerdo.
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