miércoles, 4 de julio de 2018

Castrillo de los Polvazares, León, Castilla y León, España

Durante nuestro viaje a la provincia de León, en España, tuvimos la oportunidad de visitar el pintoresco pueblo de Castrillo de los Polvazares.

Al llegar a Castrillo de los Polvazares, quedamos impresionados por su encanto y su arquitectura tradicional perfectamente conservada. El pueblo es famoso por sus calles empedradas y sus casas de piedra, que le confieren un aspecto medieval y rústico.

Caminamos por las estrechas calles de Castrillo de los Polvazares, disfrutando de la tranquilidad y la belleza de sus alrededores. El pueblo cuenta con numerosas casas señoriales y casonas de época, algunas de las cuales han sido convertidas en acogedores alojamientos rurales.

Uno de los puntos más destacados de Castrillo de los Polvazares es su iglesia parroquial, dedicada a San Juan Bautista. Esta iglesia del siglo XVI presenta un estilo gótico-renacentista y su interior alberga valiosas obras de arte religioso.

Además de explorar el pueblo, también disfrutamos de la deliciosa gastronomía local. Castrillo de los Polvazares es conocido por su plato típico, el cocido maragato, que consiste en un contundente guiso de carne, legumbres y verduras. Probamos este plato tradicional en uno de los restaurantes del pueblo y quedamos completamente satisfechos.

Otro aspecto interesante de Castrillo de los Polvazares es su ubicación en pleno Camino de Santiago. Muchos peregrinos pasan por el pueblo durante su camino hacia Santiago de Compostela, lo que le da un ambiente especial y acogedor.

En resumen, nuestra visita a Castrillo de los Polvazares fue una experiencia encantadora. Quedamos impresionados por su arquitectura medieval, su tranquilidad y su deliciosa gastronomía. Es un lugar ideal para sumergirse en la historia y la cultura de la región de León.




Como fuera de casa, en ningún sitio.

 




“Viajar sirve para ajustar la imaginación a la realidad, y para ver las cosas como son, en vez de pensar cómo serán” 



“No hay tierras extrañas. Quien viaja es el único extraño”.




“Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”.


“Nuestras maletas maltrechas estaban apiladas en la acera nuevamente; teníamos mucho por recorrer. Pero no importaba, el camino es la vida”.



Aprovecha y viaja, porque el que cuando pudo no quiso, cuando quiera no podrá

 
“El verdadero viajero encuentra que el aburrimiento es más bien agradable que molesto. Es el símbolo de su libertad –su excesiva libertad-. Él acepta su aburrimiento, cuando viene, no como mero principio filosófico sino casi con placer”.


En la calle Real de Castrillo, nos encontramos con una pareja, fanáticos de la geometría, el diseño y el ritmo,  que hacen con vidrio emplomado "Flores del camino", los mismos mandalas que yo hago con teselas de piedra. Tomamos un café en su casa y admiramos su magnífica obra.

 








“Nadie se da cuenta de lo hermoso que es viajar hasta que vuelve a casa para tomar fuerzas y salir de nuevo.


“Todos los viajes tienen sus ventajas. Si el viajero visita países que están en mejores condiciones, él puede aprender cómo mejorar el propio. Y si la fortuna lo lleva hacia peores lugares, quizás aprenda a disfrutar de lo que tiene en casa”.

 


“Aquel que no viaja no conoce el valor de la humanidad”.



“En mi caso, no viajo para ir a un lugar en particular, sino por ir. Viajo por el placer de viajar. La cuestión es movernos”.





Juan nos abrió las puertas maragatas de su casa. Nos contó que cuando se jubiló, cambió el traje, la corbata y el despacho de Madrid,  por Castrillo de los Polvazares y el cocido maragato, donde disfruta con su mujer y de las vacaciones de su nieto "filipino-leonés" mientras recibe whatsapp de sus hijos, desde Oriente Próximo y Manila. El mundo es cada vez más pequeño....





No podía creerlo, cuando vi en la casa maragata, un cuadro lleno de bocallaves de Castrillo del los Polvazares, como los que yo fotografío en cualquier destino donde me lleva mi autocaravana.



“Viajar es una brutalidad. Te obliga a confiar en extraños y a perder de vista todo lo que te resulta familiar y confortable de tus amigos y tu casa. Estás todo el tiempo en desequilibrio. Nada es tuyo excepto lo más esencial: el aire, las horas de descanso, los sueños, el mar, el cielo; todas aquellas cosas que tienden hacia lo eterno o hacia lo que imaginamos como tal”.
 
 
 
 
 

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