jueves, 26 de septiembre de 2024

Leucate, Francia

 La ruta hacia Leucate nos llevó por paisajes que cambiaban entre colinas suaves, viñedos interminables y vistas al brillante azul del Mediterráneo. La camper avanzaba bajo un cielo despejado, y el aire, cargado con el aroma de la sal marina y las hierbas del Mediterráneo, anunciaba nuestra llegada a esta joya costera del sur de Francia. Leucate, con su combinación de playas vírgenes, lagunas tranquilas y una esencia rústica, nos prometía un día lleno de descubrimientos.

Aparcamos la camper cerca de la playa, en un lugar donde podíamos escuchar el suave murmullo de las olas. Nuestra primera parada fue la Plage de Leucate, un tramo de arena dorada que parecía extenderse hasta el infinito. El mar estaba sereno, y mientras caminábamos por la orilla, sentimos cómo la brisa cálida acariciaba nuestras caras. Algunos windsurfistas se deslizaban por el agua, aprovechando el viento constante que hace de Leucate un paraíso para los amantes de este deporte.

Desde allí, decidimos explorar la Laguna de Leucate, un ecosistema único donde el agua salada y dulce se encuentran. Un paseo por los senderos que rodeaban la laguna nos permitió observar flamencos rosados y otras aves acuáticas que habitaban el lugar. La calma del agua reflejaba el cielo azul y las montañas distantes, creando una atmósfera casi mágica.

El siguiente destino fue el pueblo de Leucate, un rincón lleno de encanto que se alzaba en una colina cercana. Sus calles estrechas y empedradas estaban adornadas con casas de colores pastel y balcones llenos de flores. Visitamos el mercado local, donde los puestos ofrecían ostras frescas, quesos regionales y vinos del Languedoc-Rosellón. Nos llevamos una selección de productos para disfrutar más tarde, emocionados por la promesa de una cena auténticamente mediterránea.

Desde el pueblo, un corto trayecto nos llevó al Cap Leucate, un espectacular acantilado que caía dramáticamente hacia el mar. El viento soplaba fuerte mientras caminábamos por los senderos que bordeaban el precipicio, ofreciendo vistas impresionantes del Mediterráneo y las playas que se extendían más abajo. Nos sentamos un rato, simplemente contemplando la inmensidad del horizonte y la fuerza del océano.

De regreso a la camper, nos dirigimos a un área tranquila junto a la laguna, donde pudimos preparar nuestra cena con vistas al atardecer. Las ostras frescas, acompañadas de unas botellas de sidra que nos quedaban de nuestro anterior viaje por Asturias, eran un deleite, y la tranquilidad del lugar hacía que cada bocado supiera aún mejor.

Cuando la noche cayó, Leucate nos mostró un rostro diferente. Las luces del pueblo brillaban a lo lejos, reflejándose en la laguna como pequeñas estrellas. El sonido de las olas y los grillos creaba una sinfonía relajante mientras nos acomodábamos para dormir en nuestra camper.

En Leucate, la naturaleza, la tradición y la serenidad convergen de manera única. Este lugar, con su belleza sencilla y su energía tranquila, nos dejó un recuerdo imborrable de lo que significa realmente desconectar y conectar con lo esencial: el mar, la tierra y el momento presente.

 

 












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