lunes, 30 de septiembre de 2024

Col du Lautaret, Francia

 El motor de la camper rugía suavemente mientras nos adentrábamos en las montañas, el paisaje transformándose con cada curva. Col du Lautaret, ese majestuoso paso alpino, nos esperaba con los brazos abiertos, prometiendo maravillas y paisajes que se grabarían para siempre en nuestras memorias.

El sol jugaba al escondite entre las cumbres nevadas, sus rayos iluminando los prados verdes que se extendían como un tapiz vivo. La carretera serpenteante parecía un sendero trazado por gigantes, guiándonos hacia el corazón de los Alpes franceses. Dentro de la camper, el ambiente era cálido y lleno de emoción, con mapas desplegados sobre la mesa y nuestra lista de "imprescindibles" marcando el ritmo del día.

Al llegar al Col du Lautaret, nos recibió el aire fresco y limpio, cargado del aroma de flores silvestres y pinos. Aparcamos cerca de un mirador que parecía sacado de un sueño. La vista era hipnótica: glaciares resplandecientes colgaban de las montañas, y el macizo de Écrins se alzaba con una majestuosidad que cortaba la respiración. Nos quedamos unos momentos en silencio, solo escuchando el canto del viento y el crujir de las botas de otros viajeros sobre el sendero.

Nuestra primera parada fue el Jardín Botánico Alpino, un rincón encantado que alberga miles de especies de plantas de alta montaña. Cada flor, cada hoja, parecía contar una historia de resiliencia y belleza. Exploramos sus senderos estrechos, maravillándonos con colores y texturas que parecían casi irreales.

Luego, siguiendo una recomendación imprescindible, nos aventuramos en una caminata hacia un punto panorámico cercano. Los senderos eran amables al principio, pero pronto nos desafiaron con su inclinación y rocas sueltas. La recompensa fue sublime: una vista que abarcaba valles infinitos, picos dentados y nubes que parecían tan cerca que podríamos tocarlas.

Al regresar a la camper, compartimos un almuerzo sencillo pero delicioso: queso, pan crujiente y una copa de vino. Mientras comíamos, un ciclista pasó pedaleando con determinación, recordándonos que este paso es también un ícono del Tour de Francia.

Cuando el sol comenzó a descender, arrojando tonos dorados sobre el paisaje, nos acomodamos en la camper para pasar la noche. Las estrellas comenzaron a aparecer una a una, iluminando el cielo como una cúpula mágica. Allí, bajo el manto de la Vía Láctea, supimos que este viaje al Col du Lautaret era más que una excursión, era una celebración de la naturaleza, la aventura y el simple gozo de estar vivos.
















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