lunes, 17 de agosto de 2020

Santoña, Cantabria, España

Nuestro segundo viaje en camper nos llevó de regreso a la encantadora localidad de Santoña, en la región de Cantabria, España. Después de haber disfrutado tanto de este lugar en nuestro primer viaje, sabíamos que era imprescindible volver y explorar aún más de sus encantos.

Al llegar a Santoña, nos recibió el mismo ambiente acogedor y el encanto marinero que recordábamos. Nos instalamos en nuestro lugar favorito para acampar y nos preparamos para seguir descubriendo los tesoros de esta hermosa localidad.

Nuestro primer destino fue el puerto pesquero, donde nos encontramos con la actividad frenética de los pescadores descargando sus capturas. El olor a sal y pescado fresco llenaba el aire mientras observábamos cómo se preparaban las embarcaciones para salir a la mar. Nos detuvimos en una de las pescaderías locales y compramos algunas delicias del mar para disfrutar más tarde.

Después de satisfacer nuestro apetito, nos dirigimos hacia el Monte Buciero, listos para explorar sus senderos y disfrutar de las vistas panorámicas. Caminamos entre bosques frondosos y nos detuvimos en miradores estratégicos para admirar el paisaje marino que se extendía ante nosotros. El sonido de las olas rompiendo contra los acantilados nos envolvía mientras respirábamos el aire puro de la naturaleza.

No podíamos dejar pasar la oportunidad de visitar el Faro del Caballo nuevamente. Subimos por el camino empinado, ansiosos por disfrutar de las vistas desde lo alto. Una vez más, nos dejamos maravillar por la majestuosidad del mar y la belleza del paisaje que se extendía hasta el horizonte. Pasamos un rato tranquilo allí, sintiendo la brisa marina acariciando nuestro rostro y escuchando el suave murmullo del mar.

Continuamos nuestro recorrido por Santoña visitando el casco antiguo, con sus calles estrechas y empedradas que nos transportaban a tiempos pasados. Admiramos la arquitectura tradicional de las casas y nos detuvimos en pequeñas tiendas locales para explorar productos artesanales.

Por supuesto, no podíamos dejar de disfrutar de las playas de Santoña. Nos dirigimos a la Playa de Berria una vez más, y nos deleitamos con la belleza de sus arenas doradas y aguas cristalinas. Tomamos el sol, nos refrescamos en el mar y disfrutamos de la tranquilidad que solo una playa puede ofrecer.

Con el corazón lleno de recuerdos y experiencias inolvidables, nos despedimos una vez más de Santoña. Este segundo viaje reafirmó nuestro amor por este hermoso rincón de Cantabria. Santoña nos brindó momentos de paz, conexión con la naturaleza y autenticidad. Seguramente volveremos en futuros viajes para seguir descubriendo todo lo que este lugar tiene para ofrecer.

 










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