El sol se despedía lentamente en el horizonte cuando emprendimos nuestro viaje en camper hacia Koprivshtitsa, ese rincón encantado de Bulgaria donde el tiempo parece haberse detenido. Con cada kilómetro recorrido, el paisaje se transformaba: primero carreteras amplias y modernas, luego caminos serpenteantes bordeados de bosques frondosos, hasta que finalmente nos adentramos en la esencia misma de los Balcanes.
El aire fresco y la sensación de libertad nos acompañaban mientras avanzábamos por valles verdes y montañas que susurraban historias antiguas. A lo lejos, el perfil de casas coloridas con tejados de madera nos anunciaba la llegada a nuestro destino. Koprivshtitsa, con su arquitectura renacentista búlgara y sus calles empedradas, nos recibió con la serenidad de un pueblo que ha sabido conservar su alma a través de los siglos.
El sonido de las ruedas sobre las piedras marcó nuestra entrada triunfal. Bajamos de la camper y nos dejamos envolver por el ambiente bohemio y nostálgico. Aquí, cada rincón tiene una historia: antiguos caserones que albergaron a revolucionarios, museos con reliquias del pasado, y tabernas donde el aroma de platos tradicionales nos llamaba a descubrir nuevos sabores.
La noche llegó con su manto estrellado y el suave murmullo del río Topolnitsa. Nos acomodamos en nuestra camper, satisfechos por la travesía. Mañana nos esperan más descubrimientos en este viaje que no solo nos lleva por kilómetros, sino por los senderos de la historia y la identidad búlgara.
Quiero que mi epitafio sean solo dos palabras. "Murió vivo". |
Algunas cosas son preciosas, porque no duran para siempre |
La cosa más común se hace exquisita y deliciosa tan solo con que la ocultemos. |
"En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario." |
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