Nos dirigimos emocionados por nuestro viaje en camper a Orduña, en Vizcaya. El cielo lucía azul cuando llegamos, pero había una sensación de aventura en el aire. Conducir a estas horas tenía su propio encanto, las carreteras estaban desiertas y el mundo parecía adormecido.
A medida que nos acercábamos a Orduña, los rayos del sol iluminaban las montañas circundantes, creando un espectáculo de sombras y luces doradas que danzaban sobre el paisaje. El entorno se volvía cada vez más impresionante, con verdes colinas y densos bosques extendiéndose a ambos lados de la carretera.
Llegamos a Orduña y nos detuvimos en la entrada del pueblo, donde aparcamos nuestra camper en un área habilitada para ello. Desde allí, pudimos ver la silueta de la histórica villa, con su arquitectura señorial y su imponente iglesia destacándose contra el cielo azul.
Nuestra primera parada fue la Plaza de los Fueros, el corazón de Orduña. La plaza estaba rodeada de edificios antiguos con elegantes arcos y balcones de hierro forjado. Se estaba celebrando una fiesta con asado y arroz incluidos y una concentración motera, a lo que nos apuntamos sin pensarlo dos veces. La plaza empezaba a llenarse de vida con los locales, y nos sentimos inmediatamente acogidos por la calidez del lugar.
Decidimos explorar el Casco Histórico, perdiéndonos en sus calles estrechas. Cada esquina parecía revelar un nuevo tesoro: casas con blasones, antiguas posadas y pequeños comercios con productos locales. Nos detuvimos en la Iglesia de la Sagrada Familia, una joya del gótico vasco, cuya torre se alzaba majestuosamente sobre los tejados del pueblo. En el interior, las vidrieras y los altares tallados nos dejaron sin palabras, reflejando siglos de historia.
Nos dirigimos al Santuario de Nuestra Señora de la Antigua, un lugar de peregrinación situado en lo alto de una colina con vistas panorámicas de Orduña y sus alrededores. La caminata hasta el santuario fue revitalizante, y al llegar, la vista era simplemente espectacular. Desde allí, podíamos ver el Valle de Ayala y las montañas que lo rodean, un paisaje que parecía sacado de un cuento.
Visitamos el Balcón de Bizkaia, un mirador natural que ofrece una de las vistas más impresionantes de la región. El paisaje que se extendía ante nosotros era vasto y majestuoso, con verdes praderas y montañas en la distancia. Pasamos un buen rato simplemente contemplando la vista, sintiéndonos pequeños ante la inmensidad de la naturaleza.
Nos sentimos profundamente agradecidos por el tiempo que habíamos vivido. Orduña, con su mezcla de historia, naturaleza y hospitalidad, nos había conquistado por completo. Sabíamos que los recuerdos de este viaje perdurarían en nuestra memoria, y que volveríamos algún día para descubrir más de este encantador rincón de Vizcaya.
Los que fuimos moteros, siempre nos hierve la sangre estas concentraciones. |
Para escribir una poesía que no sea política, es necesario escuchar el canto de las aves. Pero para escuchar las aves es necesario que cese el bombardeo.
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No seas jamás humilde con los soberbios, ni soberbio con los humildes.
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- ¿Qué es más importante, preguntó el Gran Panda, el viaje o el destino?. - La compañía, dijo el pequeño Dragón. |
- Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas. - ¿Por qué lloras si todo en ese libro es de mentira? - Lo sé, pero lo que yo siento es de verdad. |
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