jueves, 6 de junio de 2024

Deva, Gipuzkoa, País Vasco, España

Era una mañana clara y fresca cuando partimos en nuestra camper hacia Deba, en la provincia de Gipuzkoa. El trayecto nos llevó a través de verdes valles y colinas cubiertas de frondosos bosques, con el paisaje del País Vasco desplegándose ante nuestros ojos como una pintura viva. El aire estaba lleno de la promesa de un día de exploración y descubrimientos.

Al llegar a Deba, el encanto del pueblo nos envolvió de inmediato. Aparcamos nuestra camper cerca del río Deba, que atravesaba el centro del pueblo antes de desembocar en el mar Cantábrico. El sonido relajante del agua fluyendo nos dio la bienvenida mientras contemplábamos la tranquila belleza del lugar.

Desde la playa, nos dirigimos al casco antiguo de Deba. Las las casas de piedra con balcones de hierro forjado nos transportaron a otra época. Nuestra primera parada fue la Iglesia de Santa María, una joya gótica del siglo XV. Al entrar, nos sorprendió la grandeza del interior, con altos techos abovedados y vidrieras que proyectaban colores vibrantes sobre los antiguos muros de piedra.

Nos dirigimos a uno de los principales atractivos naturales de Deba, los acantilados de Flysch. Tomamos el camino costero que nos llevó a lo largo de estas impresionantes formaciones rocosas, creadas a lo largo de millones de años por la acción del mar. Las capas de roca, expuestas como páginas de un libro geológico, contaban la historia de la Tierra en cada estrato.

La vista desde los acantilados era espectacular, con el océano extendiéndose hasta el horizonte y las olas rompiendo contra las rocas abajo. Nos detuvimos en varios puntos para tomar fotografías y simplemente admirar la majestuosidad del paisaje. Cada rincón ofrecía una perspectiva única y una conexión profunda con la naturaleza.





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