martes, 4 de junio de 2024

Lekeitio, Vizcaya, País Vasco, España

Salimos temprano en nuestra camper, a Lekeitio, con una parada en Guernika. El sol apenas despuntaba cuando emprendimos la marcha, y el aire fresco de la mañana nos acompañaba mientras avanzábamos por las carreteras de Vizcaya. El paisaje se iba transformando, desde las verdes colinas hasta los frondosos bosques, regalándonos vistas espectaculares en cada tramo del camino.

Nos paramos en Guernika, donde dimos un pequeño paseo por los lugares más interesantes para tomar de nuevo en la carretera, el trayecto hacia Lekeitio nos llevó a través de pintorescos pueblos costeros y paisajes impresionantes. El aroma del mar nos llegó antes de ver el océano, aumentando nuestro deseo de llegar. Llegamos a Lekeitio bajo un cielo despejado, con el sol brillando sobre las aguas del Cantábrico.

Aparcamos la camper cerca del puerto y nos dirigimos a explorar. Lekeitio, con sus coloridas casas de pescadores y su vibrante puerto, nos recibió con los brazos abiertos. Paseamos por el paseo marítimo, disfrutando del sonido de las gaviotas y el murmullo de las olas. Los barcos de pesca se balanceaban suavemente en el puerto, y el ambiente era una mezcla perfecta de tranquilidad y actividad.

Decidimos visitar la Basílica de la Asunción de Nuestra Señora, una joya gótica que domina el horizonte de Lekeitio. Al entrar, nos quedamos maravillados por la magnificencia del interior, altos techos abovedados, vitrales coloridos y una atmósfera de paz. Nos detuvimos a admirar el retablo principal, una obra maestra que capturó nuestra atención con su detallado trabajo en madera.

Después, nos dirigimos al Faro de Santa Catalina, que ofrecía una vista panorámica inigualable de la costa vasca. La caminata hasta el faro fue revitalizante, y el esfuerzo se vio recompensado al llegar a la cima. Desde allí, podíamos ver el mar extendiéndose hasta el horizonte, salpicado por pequeñas islas y acantilados escarpados. Nos quedamos un buen rato contemplando el paisaje, sintiéndonos pequeños ante la inmensidad del océano. 

Exploramos la Isla de San Nicolás, accesible a pie durante la marea baja. La caminata por el istmo rocoso fue emocionante, y la isla en sí ofrecía un refugio natural lleno de flora y fauna. Nos relajamos en una pequeña cala, disfrutando de la paz y la belleza del lugar.

De regreso al pueblo, nos paseamos por el casco antiguo de Lekeitio. Las calles estrechas, llenas de historia y vida, nos llevaron a descubrir pequeñas tiendas y bares pintorescos. Cada rincón tenía su propio encanto, y la gente del lugar nos recibieron con la amabilidad típica de la región.

Al caer la tarde, volvimos a nuestra camper y preparamos una cena ligera con productos locales comprados en el mercado, pan fresco, queso Idiazábal, bacalao, guindillas, ajo y aceite, nos hicimos un bacalao al pilpil que acompañamos de una botella de txacolí casi congelado y  nos sentamos frente al mar, viendo cómo el sol se ponía lentamente, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados.

Con la llegada de la noche, nos acomodamos en nuestra camper, sintiéndonos afortunados por el día vivido. Lekeitio, con su mezcla de historia, naturaleza y hospitalidad, nos había dejado una huella imborrable. Dormimos al arrullo de las olas, soñando con futuras aventuras en nuestra fiel camper.


La vida es muy corta para beber mal vino.





Solo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo sin necesidad de aceptarlo.














También vimos algunas pintadas que hacían alusión al final de ETA.

Solo los locos y los solitarios, pueden permitirse el lujo de ser ellos mismos. Porque los solitarios no necesitan complacer a nadie y a los locos, no les importa ser comprendidos.







Había un camino hasta la isla cuando llegamos...

Que poco a poco, fue desapareciendo bajo la marea...

Hasta que la marea engulló al camino y ya no había camino hasta la isla.


Después del baño en la playa, la comida fue, bacalao al pilpil con txacolí fresquito, del congelador de nuestra camper.

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