martes, 1 de abril de 2025

Civitavecchia, Roma, Italia

 El amanecer tiñe el cielo de Barcelona con tonos rosados y anaranjados mientras nos acercamos al puerto. La inmensa silueta del ferry nos espera, prometiéndonos un viaje que une dos costas mediterráneas, desde la vitalidad catalana hasta la serenidad italiana. Subimos a bordo, dejando atrás la agitación de la ciudad para entregarnos al vasto azul del mar.

Tras dejar nuestras pertenencias en el acogedor camarote, una pequeña pero cómoda habitación con una ventana que nos regala vistas del horizonte infinito, decidimos salir a explorar. La cubierta del barco es un lugar mágico: el aire salado acaricia nuestras caras, el sonido del mar nos envuelve y las gaviotas nos acompañan en nuestro trayecto. Nos apoyamos en la barandilla, viendo cómo la costa se desvanece lentamente mientras el ferry se adentra en el Mediterráneo. Las olas, con su rítmico vaivén, parecen susurrar historias de navegantes y exploradores que cruzaron estos mismos mares siglos atrás.

La jornada nos abre el apetito, y el restaurante del ferry se convierte en nuestra siguiente parada. El menú a bordo es un festín de sabores mediterráneos: empezamos con una ensalada fresca, acompañada de aceitunas y queso local. El plato principal es un risotto cremoso que captura la esencia del mar con sus notas de mariscos. Para cerrar, un tiramisú ligero nos recuerda que Italia ya está cerca, cada bocado es un preludio del destino que nos espera.

De vuelta en el camarote, el balanceo suave del barco nos invita a un descanso reparador. A través de la ventana, las estrellas brillan con fuerza, como si nos guiñaran un ojo en complicidad. Mientras el ferry sigue su curso hacia Civitavecchia, nos sumimos en un sueño, soñando con Roma y las nuevas historias que están por escribirse.







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