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La aventura comienzó al amanecer, con el primer rayo de sol que bañaba nuestra camper aparcada en un rincón tranquilo de la campiña italiana. Partimos hacia la vibrante ciudad de Nápoles, una metrópoli rebosante de historia, energía y sabores.
A medida que nos acercamos, el Vesubio se perfila majestuosamente contra el cielo. La primera parada imprescindible es, por supuesto, el casco histórico, un laberinto de calles empedradas donde la vida bulle en cada esquina. Aquí, las fachadas desgastadas cuentan historias de siglos pasados. Un espresso en una típica cafetería napolitana nos recargó para el día.
Comenzamos en la Catedral de Nápoles, un majestuoso edificio que combina estilos gótico, barroco y neogótico. Aquí, la capilla del tesoro de San Gennaro guarda reliquias fascinantes, incluida la sangre del santo patrón de la ciudad.
Desde allí, descendemos a las profundidades de Nápoles Subterránea, un laberinto de túneles y cisternas que narran la historia oculta de la ciudad. Al salir, paseamos por la Via San Gregorio Armeno, famosa por sus talleres de belenes artesanales, un lugar mágico en cualquier época del año.
La siguiente parada es la Capilla de San Severo, hogar del impresionante Cristo Velado, una obra maestra de la escultura que deja sin aliento. Luego, nos dirigimos al Claustro de Santa Clara, un oasis de paz decorado con azulejos majestuosos.
Por la tarde, exploramos el Museo Arqueológico Nacional, donde las reliquias de Pompeya y Herculano nos transportan a la vida cotidiana de la antigua Roma. Después, nos maravillamos con la Estación Toledo, considerada una de las estaciones de metro más bellas del mundo, con su diseño artístico que parece un portal al cosmos.
El día culmina con una visita al Castillo Sant’Elmo, desde donde disfrutamos de una vista panorámica de la ciudad al atardecer. Y, por supuesto, no podemos olvidar una cena frente al mar en el Lungomare, saboreando mariscos frescos y la brisa mediterránea.
Y así, bajo un cielo pintado en tonos dorados, terminamos el día sentados frente al mar, con un gelato en mano, soñando con la jornada que te espera mañana. ¡Nápoles, con su alma vibrante y su historia inolvidable,
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