El sol comenzaba a descender sobre el horizonte cuando emprendimos nuestro viaje en camper hacia Austria, con un destino claro en mente: el imponente castillo de Hochosterwitz. La carretera iba entre verdes praderas y colinas suaves, mientras el motor del vehículo ronroneaba con una cadencia tranquila, acompañando nuestro entusiasmo por la aventura.
Atravesamos pequeños pueblos con casas de techos inclinados y balcones llenos de flores. La silueta del castillo comenzaba a revelarse a lo lejos, una fortaleza que parecía sacada de un cuento medieval. Elevándose sobre una colina, sus murallas y torres vigilaban el paisaje desde las alturas, desafiando el paso del tiempo.
Al llegar, el aire fresco y la brisa ligera nos dieron la bienvenida. Ascendimos por el sinuoso sendero que conduce a la entrada, pasando por las 14 puertas defensivas, cada una con su historia. La vista desde lo alto nos dejó sin palabras: los campos extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista, el cielo reflejando matices dorados de la puesta de sol.
Nos sumergimos en las historias de caballeros y batallas que resonaban en cada piedra del castillo. Cada rincón guardaba secretos, desde los salones decorados con armaduras hasta las estrechas escaleras de piedra que conducían a los miradores. Al final del recorrido, nos detuvimos a saborear un café en la terraza, admirando la fortaleza.
El castillo de Hochosterwitz es una impresionante fortaleza situada en Carintia, Austria, con una historia que se remonta al año 860. Su primera mención documental aparece en un documento de donación otorgado por Luis el Germánico, en el que se entregaban varias cortes al obispado de Salzburgo, incluyendo una cercana a Osterwitz.
Durante los siglos XI y XII, el castillo sirvió como refugio para la población ante los ataques de los pueblos turcos. Originalmente, perteneció al conde Ceizolf de Spanheim, descendiente del emperador Arnulfo de Carantania, y permaneció en su familia hasta que Hans Schenk de Osterwitz, el último de su linaje, devolvió la propiedad al rey Federico III en 1478.
Más tarde, en 1541, el emperador Fernando I concedió los derechos sobre la propiedad a Christoph Khevenhüller, gobernador de Carintia, quien diseñó los bastiones que reforzaron la defensa del castillo. Su hijo Johann V. Khevenhüller heredó la propiedad y, debido a sus compromisos diplomáticos en España, cedió los derechos a su primo Georg Khevenhüller, quien los adquirió en 1571.
Hoy en día, el castillo de Hochosterwitz sigue siendo un símbolo de la historia medieval de Austria y una de las fortalezas más impresionantes de Europa.
El regreso en la camper fue tranquilo, con la sensación de haber viajado a través del tiempo. El castillo de Hochosterwitz no solo nos ofreció una vista espectacular, sino un fragmento de historia que quedó grabado en nuestro recuerdo.
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