La carretera nos lleva ahora a Bran, donde la silueta del famoso castillo emerge entre las montañas, envuelto en un aire de misterio. A medida que nos acercamos, la emoción crece después de todo, estamos en el hogar de la leyenda de Drácula, un lugar donde historia y ficción se entrelazan con maestría.
Nuestra camper se detiene cerca del castillo, rodeada por el verde vibrante de los Cárpatos. La fortaleza, con sus torres puntiagudas y muros de piedra, nos invita a descubrir sus secretos. Al entrar, los pasillos estrechos y las habitaciones antiguas nos transportan a otro tiempo, mientras imaginamos las historias que han atravesado sus muros. Aunque el vínculo con Vlad el Empalador es más mito que realidad, la atmósfera en Bran es lo suficientemente intrigante como para hacer que la imaginación vuele.
Después de la visita, nos dirigimos a los alrededores del pueblo, donde la tradición rumana cobra vida en los mercados y pequeñas casas de madera. Probamos la comida típica, como el sabroso mici y la dulce țuică, disfrutando del calor de la gente y la autenticidad del lugar.
Cuando cae la noche, la camper se convierte en nuestro refugio perfecto. Estacionados en un rincón tranquilo, el viento susurra entre los árboles mientras el castillo se ilumina en la distancia, como si guardara sus propios secretos. Con una taza caliente en la mano y las estrellas sobre nosotros, nos entregamos a la magia de Bran, sintiendo que este viaje es más que un simple recorrido es una colección de momentos inolvidables.
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