El viaje en camper hacia Sigüenza nos llevó por paisajes de suaves colinas, campos dorados y pequeños pueblos que parecían haber detenido el tiempo. Cuando finalmente avistamos la ciudad, el majestuoso castillo medieval dominaba el horizonte, prometiéndonos una experiencia llena de historia y encanto.
Nuestra primera parada fue el Castillo de Sigüenza, una fortaleza reconvertida en parador que aún conserva su aire de grandeza medieval. Subimos por el puente levadizo y paseamos por los jardines interiores, mientras imaginábamos cómo debió ser la vida en sus muros hace siglos. Desde las alturas, las vistas de la ciudad eran impresionantes: tejados rojizos y la majestuosa catedral destacaban en el paisaje.
Siguiendo nuestro recorrido, llegamos a la Catedral de Santa María de Sigüenza, una joya del arte gótico y románico. Al entrar, nos encontramos con la imponente nave principal, bañada por la luz de las coloridas vidrieras. En la Capilla de los Arce, contemplamos el famoso sepulcro del Doncel, una obra maestra del renacimiento español. Su expresión serena, recostado con un libro en las manos, nos dejó una impresión inolvidable.
Desde la catedral, nos dirigimos a la Plaza Mayor, el corazón vibrante de la ciudad. Flanqueada por soportales y edificios renacentistas, el ambiente tranquilo de la plaza nos invitó a hacer una pausa. Nos sentamos en una terraza, disfrutando de una caña fresca y unas tapas mientras observábamos la vida local pasar.
Explorando más allá, llegamos a la Casa del Doncel, un palacio medieval perfectamente conservado que nos transportó al pasado. Allí descubrimos detalles sobre la historia de la familia Vázquez de Arce y la importancia del arte y la cultura en Sigüenza durante el siglo XV.
Por la tarde, nos adentramos en las calles estrechas y empedradas del barrio medieval, donde el tiempo parecía haberse detenido. Cada rincón ofrecía una postal: portones de madera, balcones llenos de flores y pequeñas tiendas de artesanía. No podíamos dejar de visitar la Ermita del Humilladero, sencilla pero cargada de historia, justo a la entrada de la ciudad.
Fuera del casco urbano, hicimos una breve escapada al Parque Natural del Barranco del Río Dulce, un paraíso para los amantes de la naturaleza. Caminamos por senderos bordeados de rocas y vegetación, mientras el río Dulce nos acompañaba con su murmullo. El paisaje, que inspiró al mismísimo Félix Rodríguez de la Fuente, era un contraste perfecto con la atmósfera medieval de la ciudad.
Por la noche, aparcamos nuestra camper en un área tranquila y preparamos la cena con la ciudad iluminada como telón de fondo. Sigüenza, con sus imprescindibles monumentos y su aura de historia viva, se quedó en nuestro corazón como uno de esos lugares a los que siempre se quiere regresar.
Inténtalo una y otra vez, hasta que el miedo te tenga miedo. |
Para llevarse bien no se necesitan las mismas ideas, se
necesita el mismo respeto. |