El sol brillaba con fuerza sobre el Mediterráneo mientras nuestro camper avanzaba por las sinuosas carreteras de la Costa Cilentina, en dirección al pequeño pero encantador pueblo pesquero de Acciaroli. Este rincón de Italia, famoso por su vínculo con Ernest Hemingway y por ser un modelo de vida tranquila y longeva, prometía ofrecernos no solo paisajes inolvidables, sino también una conexión profunda con la esencia del sur italiano.
Al llegar, aparcamos nuestro camper cerca del puerto, en un área bien equipada para viajeros como nosotros. Desde allí, ya podíamos ver las pequeñas embarcaciones balanceándose suavemente sobre el agua cristalina y las fachadas color arena de las casas que bordeaban la costa. Era como si el tiempo se hubiera detenido en este rincón de tranquilidad.
Comenzamos nuestro recorrido por el puerto, el corazón de Acciaroli. Mientras paseábamos por el malecón, recordamos las historias que dicen que Hemingway visitó este lugar en los años 50 y que aquí encontró inspiración para su obra El viejo y el mar. Mirando a los pescadores remendando sus redes bajo el sol, era fácil imaginar por qué este pueblo lo cautivó.
Nuestra siguiente parada fue la Iglesia de la Santissima Annunziata, un edificio sencillo pero lleno de encanto histórico. Situada cerca del puerto, con vistas al mar, esta iglesia del siglo XII era un remanso de paz. En su interior, las decoraciones austeras y los rayos de luz filtrándose por las ventanas nos invitaron a un momento de reflexión.
No podíamos resistirnos al llamado de la playa. Acciaroli es conocida por sus aguas increíblemente limpias, galardonadas con la Bandera Azul año tras año.
Para el almuerzo, nos dirigimos a una pequeña casa de comidas frente al puerto. Allí disfrutamos de una auténtica experiencia culinaria con platos locales: un fresco pesce azzurro, el pescado azul típico de la región, acompañado de ensalada de hinojo y naranjas. No podía faltar un poco de pan casero bañado en el famoso aceite de oliva cilentino, considerado uno de los mejores de Italia.
Por la tarde, exploramos el pequeño pero encantador centro histórico de Acciaroli. Las calles empedradas nos guiaron hasta la Torre Normanda, una estructura medieval que una vez protegió al pueblo de los ataques piratas. Desde su base, la vista del mar infinito nos hizo detenernos en silencio para disfrutar de la belleza de este lugar atemporal.
Antes de regresar a la camper, decidimos caminar un poco más allá del pueblo, siguiendo uno de los senderos que forman parte del Parque Nacional del Cilento y Valle de Diano. Las colinas cubiertas de matorrales mediterráneos ofrecían vistas panorámicas espectaculares, mientras el aroma de la lavanda silvestre y el romero llenaba el aire.
De vuelta en el camper, mientras el sol se escondía tras el horizonte, preparamos una cena ligera con productos frescos comprados en el mercado local, tomates jugosos, mozzarella de búfala y pan rústico. La brisa del mar acariciaba nuestros rostros mientras las estrellas comenzaban a brillar sobre Acciaroli.
El día en Acciaroli nos recordó la belleza de lo sencillo: el sonido de las olas, el sabor de la comida auténtica y la calidez de un pueblo que vive al ritmo del mar. Mientras nos acomodábamos para dormir, con las ventanas de la camper abiertas al suave sonido del Mediterráneo, supimos que este pequeño pueblo siempre ocuparía un gran lugar en nuestra memoria..
Mañana, el viaje continuará, pero Acciaroli nos ha dejado una enseñanza: la verdadera riqueza está en los momentos tranquilos y las conexiones genuinas.



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Cambia lo que no puedas aceptar, y acepta lo que no puedas cambiar. |
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La vida puede ser maravillosa si no le tienes miedo. |
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El que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo. |
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