viernes, 1 de noviembre de 2024

Salerno, Italia


El amanecer tiñó el cielo con tonos de naranja y rosa mientras nuestra camper avanzaba hacia Salerno, una ciudad vibrante donde la historia medieval se encuentra con la energía de una urbe costera moderna. A medida que nos acercábamos, el Golfo de Salerno se extendía frente a nosotros, reflejando la luz del sol en un mar tranquilo. Sabíamos que esta ciudad, aunque menos turística que sus vecinas de la costa amalfitana, nos ofrecería autenticidad y descubrimientos inolvidables.

Estacionamos la camper en un área habilitada cerca del puerto, desde donde podíamos acceder fácilmente al casco histórico. El bullicio de la ciudad, con su mezcla de locales y visitantes, creaba una atmósfera animada. Allí nos encontramos con un grupo de chicas argentinas, al que nos unimos para hacer la costa amalfitana, pero que por locuras del destino y un drama con los autobuses locales,  separamos nuestros caminos, algunas se fueron en moto que alquilaron, otros nos fuimos  en autobús, aunque pasamos un rato delicioso todos juntos en Salerno aquella mañana. Nosotros disfrutamos esa tarde del vértigo del viaje por los acantilados,  la velocidad de la circulación y de Amalfi.
 

Al día siguiente nuestra primera parada fue el magnífico Duomo de San Mateo, una obra maestra de la arquitectura medieval. Su campanario normando se alzaba imponente, mientras que en su interior encontramos un tesoro de mosaicos, frescos y la cripta de San Mateo, uno de los doce apóstoles. La calma del lugar y su historia nos envolvieron en una sensación magnífica

Desde el Duomo, nos perdimos por las estrechas con plazas escondidas y balcones cubiertos de flores. Visitamos talleres de artesanos que elaboraban cerámicas y mosaicos, y compramos un pequeño recuerdo.

Después de explorar el casco histórico, caminamos por el Lungomare Trieste, el paseo marítimo de Salerno. Este bulevar arbolado, con vistas espectaculares del Golfo de Salerno, nos ofreció un respiro. Nos sentamos en un banco para observar cómo los locales paseaban, charlaban y disfrutaban del aire fresco.

A la hora del almuerzo, elegimos un restaurante con terraza frente al mar. El menú estaba lleno de platos tradicionales, pero no pudimos resistirnos al risotto ai frutti di mare, un arroz cremoso con mariscos frescos. Un vaso de vino blanco completó la comida, mientras disfrutábamos de la vista al mar y la suave brisa marina.

Por la tarde, visitamos el Jardín de Minerva, un antiguo jardín botánico situado en lo alto del casco histórico. Este lugar, que se utilizaba en la Edad Media para enseñar medicina, nos ofreció una experiencia única entre hierbas aromáticas y plantas medicinales. Desde allí, las vistas panorámicas de la ciudad y el golfo eran simplemente impresionantes.

Continuando nuestro recorrido, tomamos un camino hacia el Castillo de Arechi, una fortaleza normanda situada en lo alto de una colina que domina Salerno. El esfuerzo de llegar fue recompensado con vistas espectaculares y una inmersión en la historia de esta estructura defensiva. Desde lo alto, podíamos ver la ciudad, el puerto y el mar extendiéndose hasta el horizonte.

Regresamos al centro al caer la tarde, justo cuando las luces comenzaban a encenderse y las calles cobraban vida con una vibrante energía nocturna. Las terrazas de los bares se llenaron de risas y música suave. Nos unimos a los locales para un aperitivo, disfrutando de una copa de spritz acompañada de aceitunas y bruschettas.

De vuelta en la camper, preparamos una cena ligera con ingredientes frescos comprados en el mercado local, mozzarella de búfala, tomates dulces y pan rústico. Mientras comíamos bajo un cielo estrellado, con el sonido lejano de las olas, reflexionamos sobre lo acogedora y auténtica que era Salerno.

Salerno, con su mezcla de historia, modernidad y vistas al mar, nos había conquistado. Era una ciudad que, aunque menos ostentosa que sus vecinas de la Costa Amalfitana, ofrecía una experiencia auténtica y encantadora.

Con el corazón lleno de recuerdos y la promesa de nuevos destinos, nos acomodamos en la camper para una noche tranquila. Mañana, el viaje continuaría, pero Salerno se quedaría con nosotros como un lugar al que siempre querríamos regresar.

Con el simpático grupo de chicas argentinas que compartimos aquella mañana.










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