viernes, 1 de noviembre de 2024

Ercolano, Nápoles, Italia


El Vesubio se alzaba majestuoso en el horizonte mientras la camper se acercaba a Ercolano, una ciudad donde el tiempo parecía haberse detenido hace casi dos mil años. Sabíamos que este destino, menos concurrido que su vecina Pompeya, nos ofrecería una mirada más íntima a la vida cotidiana en la antigua Roma, antes de que la furia del volcán lo cubriera todo.

Aparcamos el camper en un área segura cerca del parque arqueológico, desde donde ya podíamos vislumbrar las ruinas. El aire estaba cargado de emoción, sabiendo que estábamos a punto de caminar por calles que una vez estuvieron llenas de vida.

Nuestra primera parada fue el Parque Arqueológico de Herculano, el corazón de Ercolano. Este antiguo puerto romano quedó sepultado por una erupción en el año 79 d.C., y sus restos se han conservado de manera impresionante. Caminamos por calles pavimentadas que aún mostraban las marcas de los carros, entre casas de dos pisos decoradas con frescos y mosaicos que parecían recién pintados.

En la Casa del Bicentenario, admiramos las pinturas murales y los detalles arquitectónicos que contaban historias de una sociedad sofisticada. La Casa de los Ciervos, con su patio rodeado de columnas, nos ofreció un vistazo al lujo que algunas familias romanas disfrutaban.

El área de los antiguos baños públicos era igualmente fascinante, con mosaicos que adornaban los suelos y sistemas de calefacción que demostraban el ingenio romano.

Una de las partes más conmovedoras de nuestra visita fue el antiguo muelle, donde se encontraron los restos de quienes buscaron refugio durante la erupción. Las sombras de sus historias nos recordaron la fragilidad de la vida y el poder de la naturaleza.

Tras explorar las ruinas, visitamos el Museo Virtual de Herculano, un espacio interactivo que nos ayudó a visualizar cómo era la ciudad antes de la tragedia. Las recreaciones en 3D, combinadas con explicaciones detalladas, nos hicieron sentir como si hubiéramos retrocedido en el tiempo.

El hambre comenzó a llamar y nos dirigimos a una trattoria cercana. Allí disfrutamos de una comida típica de la región de Campania: un plato de paccheri al ragù napoletano, seguido de una porción de pastiera, el postre tradicional hecho con ricotta y trigo cocido. La calidez del lugar y la hospitalidad de los lugareños hicieron que el almuerzo fuera aún más especial.

De vuelta en Ercolano, decidimos explorar su centro moderno. Las calles estaban llenas de vida, con pequeños cafés, panaderías y tiendas locales. Nos detuvimos en una heladería para probar un gelato casero, mientras observábamos a los habitantes disfrutar de su tarde.

Regresamos a la camper para una cena ligera y tranquila. Con los ingredientes frescos comprados en un mercado local, preparamos una tabla de quesos, pan fresco y tomates maduros. Mientras el sol se escondía detrás del Vesubio, reflexionamos sobre el increíble contraste entre la vida moderna y el pasado congelado en las ruinas.

Ercolano nos había mostrado la grandeza y la vulnerabilidad de una civilización que, a pesar de la tragedia, sigue maravillando al mundo. La intimidad de sus ruinas, combinada con la majestuosidad del Vesubio, hicieron de este un día que siempre recordaríamos.

Con el sonido de la brisa nocturna y la silueta del volcán como testigo, nos acomodamos en el camper, listos para nuevas aventuras, pero con Ercolano grabado para siempre en nuestras memorias.










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