sábado, 16 de noviembre de 2024

Agrigento, Italia

 La camper rodaba suavemente por las carreteras de Sicilia, atravesando paisajes de colinas doradas y olivos que parecían infinitos. Nuestro destino, Agrigento, nos esperaba con su imponente legado histórico y su atmósfera cargada de misterio, como si el espíritu de los antiguos griegos todavía habitara allí.

Al llegar, estacionamos la camper cerca del Valle de los Templos, el corazón histórico de Agrigento y uno de los yacimientos arqueológicos más impresionantes del mundo. El sol brillaba alto mientras comenzábamos nuestro recorrido por esta maravilla de la antigüedad.

El Templo de la Concordia fue el primero en recibirnos, majestuoso y casi intacto, un testimonio vivo de la grandeza griega. Sus columnas dóricas, perfectamente alineadas contra el cielo azul, nos dejaron sin palabras. Caminando entre las ruinas, imaginamos cómo este lugar habría lucido en su época de esplendor, con los cantos y ofrendas a los dioses resonando en el aire.

A medida que avanzábamos, descubrimos otros templos, como el Templo de Hera y el Templo de Zeus Olímpico, cada uno con su propia historia y carácter. Las vistas desde el valle eran impresionantes: el mar en la distancia y los almendros en flor añadiendo un toque de belleza natural al paisaje histórico.

Después de la inmersión en el pasado, nos dirigimos al centro de Agrigento, donde las calles estrechas y empedradas nos llevaron a la Catedral de San Gerlando, una joya arquitectónica situada en lo alto de una colina. Desde allí, las vistas sobre la ciudad y el campo circundante eran inolvidables.

El almuerzo nos esperaba en una pequeña trattoria local, donde probamos platos tradicionales sicilianos: una caponata llena de sabores mediterráneos, pasta alla norma y un vino tinto de la región. La comida era un recordatorio de la riqueza cultural y culinaria de Sicilia.

Por la tarde, exploramos el Jardín de la Kolymbetra, un oasis escondido dentro del Valle de los Templos. Paseamos entre cítricos, almendros y olivos centenarios, disfrutando del frescor y la serenidad del lugar. Era fácil entender por qué este jardín había sido un lugar de descanso para los antiguos habitantes de la ciudad.

Antes de regresar a la camper, nos detuvimos en una heladería para degustar un gelato al pistacchio, hecho con los famosos pistachos de Bronte. Con el sol comenzando a ponerse, dimos un último paseo por el valle, donde las sombras alargadas de los templos creaban una atmósfera mágica.

De vuelta en la camper, encendimos el motor y emprendimos el regreso, con el Valle de los Templos desvaneciéndose en el retrovisor, pero grabado para siempre en nuestra memoria. Agrigento nos había transportado a otra época, mostrándonos la grandeza de la civilización griega y la belleza atemporal de Sicilia. Una vez más, descubrimos que viajar no solo es recorrer lugares, sino también conectarse con su alma.

 



 










 No todo llega, a veces hay que salir a busca las cosas.






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