El motor de nuestra camper ronronea suavemente mientras nos acercamos a Noto, la reina del barroco siciliano. El paisaje que nos rodea es un cuadro de olivares, campos dorados y cielos despejados, hasta que la ciudad emerge en el horizonte, con sus edificios de piedra que resplandecen en tonos miel bajo el sol matutino. Aparcamos a las afueras, emocionados por sumergirnos en este lugar declarado Patrimonio de la Humanidad, un escenario de arte y arquitectura.
Al comenzar nuestra caminata por el Corso Vittorio Emanuele, Noto nos recibe con una teatralidad encantadora. Las fachadas barrocas parecen competir por nuestra atención, decoradas con balcones de hierro forjado y grotescas figuras talladas en la piedra. Nuestra primera parada es la majestuosa Catedral de San Nicolò, cuya escalinata amplia invita a una pausa. Admiramos su fachada, con líneas elegantes y simétricas que parecen fundirse con el cielo azul. Al entrar, la luz natural se filtra por los vitrales, creando un ambiente sereno que contrasta con la grandiosidad exterior.
Continuamos nuestro recorrido, deteniéndonos en el Palazzo Ducezio, un edificio que alberga el ayuntamiento y cuyo interior deslumbra con frescos y elegantes decoraciones. Más adelante, la Chiesa di San Carlo al Corso nos desafía a subir a su campanario. Desde allí, la vista de Noto es impresionante: un laberinto de tejados y cúpulas que parecen extenderse hasta donde alcanza la vista.
En cada esquina, pequeñas plazas y fuentes añaden un toque de frescura a nuestra caminata. La Piazza XVI Maggio, con la Iglesia de San Domenico, es un lugar perfecto para descansar bajo la sombra de los árboles, rodeados del murmullo de la vida local.
El aroma del pistacho y los cítricos nos guía hacia una pastelería tradicional, donde probamos el famoso granizado de almendra acompañado de brioche, un deleite que refresca y reconforta. Decidimos almorzar en una pequeña trattoria escondida, donde el menú celebra los sabores de la región, pasta con pesto de pistacho, caponata y un vino blanco fresco de las colinas cercanas. Cada bocado es una sinfonía de Sicilia en nuestro paladar.
Al llegar la tarde, nos dirigimos a la Porta Reale, el icónico arco que marca la entrada al centro histórico. Aquí el tiempo parece ralentizarse. Nos sentamos cerca del monumento, observando cómo el sol desciende y tiñe la piedra de tonos cálidos, mientras los lugareños y visitantes disfrutan del paseo vespertino.
De vuelta en nuestra camper, buscamos un lugar tranquilo en las afueras de la ciudad para pasar la noche. Desde nuestra ventana, podemos ver a lo lejos las luces de Noto, que brillan como un tesoro bajo la oscuridad del cielo. Nos sentamos fuera, con una copa de vino y el eco de nuestras exploraciones del día aún fresco en nuestras mentes.
Noto nos deja la impresión de ser no solo una ciudad, sino una obra de arte viviente, un lugar donde el barroco no solo se contempla, sino que se siente. Mientras nos preparamos para descansar, nos preguntamos qué maravillas nos aguardarán mañana en este viaje por la mágica Sicilia.
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