La camper avanzaba con suavidad por la carretera costera, con el aroma salino del mar entrando por las ventanas. Nuestro destino, Santa Severa, nos esperaba con su castillo de cuento de hadas y playas doradas, un rincón donde la historia y la naturaleza se encontraban en perfecta armonía.
Al llegar, lo primero que captó nuestra atención fue el majestuoso Castello di Santa Severa, que se alzaba imponente junto al mar, como un centinela eterno. Aparcamos la camper en una zona tranquila cercana y nos dirigimos hacia esta joya medieval, cuya historia se remonta a la época etrusca y romana.
Cruzamos el puente que conducía al castillo, dejando atrás el bullicio moderno y adentrándonos en un mundo de torres, murallas y vistas impresionantes del mar Tirreno. Recorriendo su interior, descubrimos el Museo del Mar y de la Navegación Antigua, donde aprendimos sobre la rica conexión marítima de la región. Cada rincón del castillo ofrecía una postal perfecta, especialmente desde las almenas, donde el horizonte parecía infinito.
Después del recorrido, decidimos explorar la playa que se extendía a los pies del castillo. Las aguas cristalinas nos invitaban a un chapuzón refrescante. Extendimos una toalla sobre la arena y disfrutamos de un almuerzo sencillo pero delicioso: pan fresco, queso pecorino, tomates maduros y un poco de vino local que habíamos comprado en una enoteca de camino.
Por la tarde, nos aventuramos a caminar por los senderos cercanos al castillo, bordeados de arbustos mediterráneos y flores silvestres. Las vistas del mar y la silueta del castillo recortada contra el cielo azul eran inolvidables.
Antes de partir, no pudimos resistirnos a dar un último paseo por las pequeñas tiendas de artesanía local cercanas al castillo. Allí encontramos cerámicas pintadas a mano y botellas de aceite de oliva que llevamos como recuerdos de este mágico lugar.
Con el sol empezando a bajar, volvimos a la camper. Mientras nos alejábamos, echamos un último vistazo al Castello di Santa Severa, su reflejo dorado en las aguas del Tirreno despidiéndose de nosotros. La carretera de regreso estuvo acompañada por el murmullo de las olas y la sensación de haber descubierto un rincón donde el tiempo parecía detenerse. Una vez más, comprobamos que los viajes en camper nos regalaban no solo paisajes, sino momentos para atesorar.
¿Qué pasaría si desapareciese el sol ahora mismo?. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios