lunes, 4 de noviembre de 2024

Maratea, Potenza, Italia

 Nuestra ruta por la costa de la Basilicata nos lleva finalmente a Maratea, un destino costero tan espectacular como desconocido para muchos, pero que ha conquistado nuestro corazón. A medida que nuestra camper serpentea por las carreteras montañosas, nos asomamos al mar Tirreno, y una vista impresionante de Maratea comienza a desplegarse ante nosotros. Este encantador pueblo, coronado por el majestuoso Cristo Redentor que se alza sobre un promontorio rocoso, se prepara para sorprendernos con su belleza, historia y paisajes únicos.

Decidimos comenzar nuestra exploración en el punto más emblemático de Maratea, el Cristo Redentor. Subimos por una carretera serpenteante que nos lleva hasta la cima del monte San Biagio, donde la estatua de Cristo, de 21 metros de altura, se erige con los brazos abiertos hacia el mar. Desde aquí, las vistas son impresionantes. El pueblo de Maratea se extiende ante nosotros, con sus casas blancas y techos rojos que contrastan con el azul profundo del mar. Las montañas que rodean la costa crean un paisaje dramático, y nos quedamos allí un buen rato, admirando la magnitud del lugar y la sensación de paz que transmite la estatua.

Descendemos desde el Cristo Redentor hacia el centro histórico de Maratea, un laberinto de callejuelas empedradas que suben y bajan entre las casas de piedra, con balcones adornados con flores. La atmósfera es tranquila, y el pueblo parece suspendido en el tiempo, con su arquitectura tradicional que refleja una historia rica y antigua. En la Piazza del Sedile, nos encontramos con la Iglesia de San Biagio, que con su fachada sencilla pero imponente, nos invita a entrar y descubrir su interior pintoresco.

Mientras caminamos por las estrechas calles, nos dirigimos a uno de los miradores panorámicos que nos permiten apreciar la espectacularidad del paisaje. El mar, de un azul brillante, se extiende hasta donde alcanza la vista, mientras las montañas parecen abrazar el pueblo. La belleza natural de Maratea es impresionante, y cada rincón ofrece una nueva perspectiva para disfrutar de la paz y la serenidad de este rincón de Italia.

Decidimos dirigirnos hacia la costa, donde las aguas cristalinas del mar Tirreno nos esperan. Las playas de Maratea son un verdadero tesoro escondido. La Playa de Fiumicello, con su arena fina y aguas turquesas, es perfecta para un baño relajante.

El hambre comienza a hacernos notar, así que buscamos un restaurante local para probar la auténtica comida calabresa. Optamos por una pasta con pesce spada (pasta con pez espada), un plato tradicional de la región costera. Los sabores del pescado fresco se combinan perfectamente con la pasta, y acompañamos el plato con un vino blanco local, ligero y afrutado. Como postre, no podemos resistirnos a probar un dolce di fichi, un dulce de higos que nos deja un sabor suave y delicioso. La comida es deliciosa, y el ambiente del restaurante, con vistas al mar, completa la experiencia.


Cuando el sol comienza a ponerse, decidimos regresar a la playa para disfrutar del atardecer. El cielo se tiñe de tonos cálidos, mientras el sol se oculta lentamente detrás de las montañas. Las aguas del mar reflejan los colores del cielo, creando un espectáculo visual que parece de otro mundo. Nos sentamos en la orilla, dejando que la brisa del mar nos acaricie, mientras el tiempo parece detenerse y el entorno se llena de una paz absoluta.

Al caer la noche, encontramos un lugar tranquilo para estacionar nuestra camper cerca de la costa. La vista del pueblo iluminado desde la distancia es mágica, con las luces brillando en la oscuridad y el sonido del mar rompiendo suavemente en la orilla. Mientras cenamos al aire libre, rodeados de la tranquilidad de la noche, nos sentimos agradecidos por haber descubierto este rincón escondido de la Basilicata.

Maratea nos ha conquistado con su belleza natural, su historia y su atmósfera única. Este pueblo, rodeado por montañas y mar, se siente como un refugio secreto, un lugar donde la calma y la belleza se encuentran en cada rincón. Al cerrar los ojos esa noche, sabemos que hemos vivido una experiencia única en este encantador destino calabrés.


Haz de cada día tu obra maestra.

La libertad está en ser dueños de nuestra propia vida.











No sueñes tu vida, vive tu sueño.





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