sábado, 26 de octubre de 2024

Gardens Of Ninfa, Latina, Italia

La camper avanzaba lentamente por los caminos rurales, rodeada de campos verdes y colinas suaves que anunciaban la proximidad de un lugar mágico: los Jardines de Ninfa. Habíamos oído hablar de su fama como uno de los jardines más hermosos del mundo, pero nada podía prepararnos para la experiencia de recorrer este paraíso en la tierra.

Estacionamos la camper en el área designada, bajo la sombra de altos cipreses. Desde el primer paso dentro del jardín, nos envolvió una atmósfera de serenidad y belleza, como si hubiéramos entrado en un cuadro impresionista. Los sonidos del agua corriente y el canto de los pájaros creaban una sinfonía natural que acompañaba nuestro recorrido.

Los Jardines de Ninfa son más que un lugar de plantas; son un poema vivo. Ruinas medievales cubiertas de flores, puentes de piedra sobre riachuelos cristalinos y senderos que serpentean entre árboles y arbustos nos transportaban a un mundo de cuento. Cada rincón parecía haber sido diseñado por la mano invisible del tiempo y la naturaleza.

El río Ninfa, con sus aguas cristalinas, reflejaba los colores vibrantes de las plantas y flores que lo rodeaban. Los sauces llorones se inclinaban sobre la corriente, creando túneles verdes que nos invitaban a cruzar pequeños puentes de madera. El contraste entre la vegetación exuberante y las ruinas de antiguos edificios medievales hacía que el paisaje pareciera sacado de un sueño.

Nos detuvimos frente a un rosal que trepaba por lo que quedaba de una torre. El aroma de las flores, mezclado con el frescor del agua, era embriagador. Más adelante, un prado lleno de amapolas, lavandas y margaritas nos hizo detenernos para admirar el espectáculo de colores que parecía bailar con la brisa.

Cada paso ofrecía algo nuevo, un cerezo en flor que cubría el suelo de pétalos rosados, una antigua iglesia parcialmente cubierta de musgo y glicinas, o un estanque tranquilo donde los reflejos de los árboles jugaban en la superficie.

Hacia el final de nuestra visita, nos sentamos junto a un banco de piedra a la orilla del río. Allí, disfrutamos de una pequeña comida sentados sobre la hierba con pan fresco, queso y jugo de frutas, mientras dejábamos que la magia del lugar se impregnara en nosotros.

Al regresar a la camper, nos llevábamos mucho más que fotos y recuerdos; los Jardines de Ninfa nos habían regalado un pedazo de tranquilidad y belleza que parecía eterno. Mientras nos alejábamos por las carreteras rurales, con el jardín aún vivo en nuestra mente, entendimos por qué este lugar había inspirado a tantos artistas, poetas y viajeros a lo largo de los años. Era, sin duda, un rincón del paraíso escondido en la Campania italiana.

Saber comer es saber vivir.















¿Y si nos juntamos todos los que no encajamos y hacemos un mundo nuevo?

Si no supieras tu edad ¿Cuántos años dirías que tienes?






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