domingo, 13 de octubre de 2024

Siena, Italia

La camper avanzaba suavemente por las colinas de la región de la Toscana, rodeada de viñedos y olivares que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. En el horizonte, la ciudad de Siena se alzaba como una joya medieval, con sus torres y murallas que parecían susurrar historias de un pasado glorioso. Al llegar, nos estacionamos en un área cercana al centro histórico y comenzamos nuestro recorrido con una mezcla de emoción y asombro.

Comenzamos nuestra visita en la Piazza del Campo, la plaza más famosa de Siena y uno de los lugares más emblemáticos de Italia. Al llegar, quedamos impresionados por su forma de concha, rodeada de edificios históricos con fachadas de ladrillo rojo. Este espacio vibrante, escenario del mundialmente famoso Palio di Siena, nos invitaba a detenernos y a absorber su atmósfera única. Nos sentamos en uno de los bancos de la plaza, mirando hacia el Palazzo Pubblico, con su torre Mangia que se erige imponente sobre la ciudad.

Decidimos ascender a la torre para disfrutar de la vista panorámica de Siena. Subir los escalones de piedra, angostos y empinados, fue una pequeña aventura, pero al llegar arriba, la recompensa fue indescriptible: un mar de tejados de terracota, torres medievales y las colinas toledanas que rodean la ciudad. La majestuosidad de Siena se desplegaba ante nosotros como un cuadro viviente.

De vuelta en la Piazza del Campo, nos dirigimos al Palazzo Pubblico, un edificio gótico que alberga el museo cívico de la ciudad. En su interior, admiramos los famosos frescos de Ambrogio Lorenzetti en la Sala della Pace, que representan una alegoría de la buena y la mala gobernanza. La exquisita combinación de arte y política nos llevó a reflexionar sobre la historia medieval de Siena y su importancia en la Toscana.

Para el almuerzo, nos dirigimos a una trattoria en una calle cercana, donde probamos un delicioso plato de pici al ragù, una pasta casera típica de la región, acompañada de un vino Chianti que completó la experiencia. Mientras comíamos, el bullicio de la ciudad se mezclaba con las risas y las conversaciones de los locales, creando una atmósfera de calidez y tradición.

Después de la comida, nos dirigimos a la Catedral de Santa María Assunta, un espléndido ejemplo del arte románico y gótico. La fachada blanca y verde del Duomo, adornada con detalles escultóricos, nos dejó sin aliento. Al entrar, el interior nos sorprendió aún más: una nave impresionante, mosaicos de colores vivos, y una serie de frescos que narraban historias de la Biblia con una intensidad vibrante.

Uno de los puntos más fascinantes de la catedral es la biblioteca Piccolomini, con sus frescos de Raphael que adornan sus paredes, mostrándonos la grandeza artística de Siena en su máximo esplendor. Nos sentamos un rato, absorbiendo la magnificencia de este lugar.

Continuamos explorando la catedral, visitando su cripta, donde los frescos recientemente descubiertos nos ofrecían una visión de la Siena medieval. Luego, descendimos a las bóvedas subterráneas, donde la historia de la ciudad parecía guardada en cada piedra.

Después de la experiencia de la catedral, nos perdimos por las callejuelas estrechas y empedradas del centro histórico de Siena, donde la historia cobraba vida en cada rincón. Tiendas de artesanía, boutiques de lujo y cafeterías tradicionales nos invitaron a detenernos y disfrutar del ambiente medieval que definía la ciudad.

Nos dirigimos a la Piazza Salimbeni, una plaza tranquila donde se encuentra el histórico Palazzo Salimbeni, sede del banco más antiguo de Italia. Desde allí, caminamos hasta el Basilica di San Domenico, una iglesia monumental que alberga el relicario de Santa Catalina de Siena, una de las santas más importantes de Italia.

Al caer la tarde, regresamos a la Piazza del Campo, donde la luz dorada del atardecer bañaba la plaza. Los edificios de ladrillo adquirían una tonalidad cálida, mientras los visitantes comenzaban a disfrutar de la tranquilidad de la ciudad. Decidimos cenar en un restaurante con terraza, desde donde pudimos seguir observando la plaza mientras disfrutábamos de una típica bistecca alla fiorentina, acompañada de un vino que armonizaba perfectamente con el ambiente.

La noche llegó, y la ciudad se iluminó con una suave luz que resaltaba las torres medievales y las estrechas calles empedradas. Mientras regresábamos a la camper, nos sentamos a descansar bajo las estrellas, sabiendo que Siena, con su historia, arte y belleza, quedaría grabada en nuestros recuerdos como uno de los lugares más especiales que habíamos visitado en nuestro viaje.

Con el sonido lejano de las campanas de la catedral resonando en nuestros oídos, nos acomodamos en la camper para descansar, agradecidos por haber experimentado la magia de esta ciudad medieval que parece detener el tiempo.













Celebrando mi cumpleaños en plena ruta, unos días antes de que llegase, con un trozo de bizcocho que nos quedó del día anterior.

























No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios